VIVIENDO DE PRISA

La inolvidable y fugaz historia de Carmina Ordoñez a 17 años de su fallecimiento

Nadie ha podido olvidar a la Reina de corazones.
viernes, 23 de julio de 2021 · 17:52

El 23 de julio siempre estará marcado en el calendario de fechas referenciales del mundo del espectáculo como el día en el que perdimos a la Reina de corazones. El 23 de julio de 2004, Carmina Ordoñez era hallada sin vida en su casa de Madrid por su empleada doméstica. 

Con tan solo 49 años, la icónica figura de los medios partía de este mundo. La prensa de aquel entonces se encontraba más que relajada, ya que el verano supone menos afluente de actividades, pero una noticia así cambiaba los planes por completo. Poca información, dudas y sorpresa rodearon a la novedad de no tener a La Divina nunca más entre nosotros.

Carmen Cayetana Ordóñez González nació el 2 de mayo de 1955. Era de la Realeza taurina ya que venía de los Ordóñez y de los Dominguín. La tauromaquia estaba siempre presente en ella y, por dicho mundo, su primer gran amor llegó a su vera. Francisco Rivera, Paquirri, vio crecer a la joven preciosa cargada de sueños y, cuando ella cumplió los 17 años, pasaron de la amistad y el flirteo al amor apasionado. El 16 de febrero de 1973, dejó la vida adolescente para ser "esposa de", aunque no cumpliría con lo acorde a la sociedad de aquel entonces.

Su fama ascendía como la espuma, la prensa la adoraba y su belleza daba la vuelta al mundo, a tal punto que en 1975 fue considerada como una de las mujeres más bellas del planeta junto a Carrie Fisher y Carolina de Mónaco. En medio de ese contexto, se convirtió en madre de Francisco y Cayetano Rivera. Todo parecía a todo dar, pero en 1979, seis años después de decir "Si, quiero" con Paquirri, el amor se les acabó.

Luego del torero, Carmina tuvo un arrumaco con el exnovio de su amiga Lolita Flores, Antonio Arribas, y luego conoció a otro de sus grandes amores, Julian Contreras. Con él se convirtió en madre por tercera vez, y otra vez fue de un niño: Julián. Luego, otra separación y otro hombre tocando las puertas de su corazón. Ernesto Neyra fue su tercer esposo y la persona con la cual la socialité hizo un punto de inflexión tal que su vida dio un giro que nadie hubiera querido. 

Excesos, polémicas, dramas, fiestas descontroladas, episodios de violencia de género, intentos de suicidio. Bajo el manto de la "divinísima" existía un gran dolor que intentaba tapar con sonrisas, estilazos y, en la intimidad, con sustancias peligrosas. "No era una madre al uso y no estaba pendiente de mí cuando me fui haciendo mayor, pero era la mejor madre del mundo", comentó su hijo Julián en una ocasión para Vanitatis.

Sus últimos años estuvieron marcados por las polémicas y, de forma inesperada, por una profunda soledad. Sus hijos ya eran grandes y conformaban sus familias mientras ella, perdida entre los excesos y en una espiral de sufrimientos que acumuló toda su vida, se fue marchitando. El verano de 2004 quedó marcado por su partida física, porque la farándula bien sabe que su brillo jamás se acabará.